Históricamente España no ha sido una potencia criptográfica mundial y cuando se produjo el levantamiento del 18 de Julio dando comienzo la Guerra Civil Española ambos contendientes consideraron de vital importancia la seguridad de las comunicaciones y tomaron las medidas oportunas para homogeneizar y formalizar sus departamentos de criptografía.
En noviembre de 1936 cuando ya era más que evidente para las tropas sublevadas que la guerra requeriría ofensivas coordinadas en diversos frentes comandadas de forma centralizada, solicitaron a Alemania la venta de 10 máquinas Enigma que llegaron rápidamente y se distribuyeron a las grandes unidades militares, al cuartel general y a las embajadas del ejército sublevado en Roma y Berlín.
La máquina Enigma la creó el ingeniero holandés Alexander Koch pero tuvo que vender la patente a los fundadores de la empresa alemana Enigma Chiffiermaschinen AG. Era un dispositivo electromecánico que realizaba el proceso de cifrado y descifrado mediante unos rotores que interactuaban entre ellos ante cada letra introducida con el teclado.
El modelo vendido a los españoles era el D, el más avanzado de los comerciales, ya que Hitler nunca dejó salir el modelo militar más complejo y potente que después utilizó durante la Segunda Guerra Mundial.
El cifrado resultaba ser un proceso largo y pesado que requería la presencia de 2 operarios uno para teclear y el otro para tomar nota del resultado pero su funcionamiento fue perfecto y el ejército gubernamental (republicano) nunca pudo romper el código.
Se estima que se adquirieron en total unas 50 máquinas que estuvieron dando servicio durante la guerra y hasta los años 50 momento en que se retiraron.
Ahora, muchos años después, 26 de esas máquinas han aparecido gracias a un inventario rutinario en el Cuartel General del Ejército en buen estado de conservación guardadas en cajas de madera. Inmediatamente se han distribuido a museos militares y esperemos que pronto puedan ser vistas en alguna exposición.
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